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Juan Mann, el protagonista de esta historia, se sentía solo. Sus padres acababan de divorciarse y recientemente había roto con su prometida. A su llegada a Australia, su país natal, nadie le esperaba en el aeropuerto. En ese momento, mientras veía a familiares y amigos abrazar a otros pasajeros, lo tuvo claro: necesitaba un abrazo.

Con un simple cartón creó un cartel que decía en mayúsculas:  ABRAZOS GRATIS . Se colocó en una de las calles más transitadas de la ciudad sosteniendo el cartel, con la esperanza de que alguien parara a abrazarle.

 Tuvieron que pasar quince minutos hasta que esto ocurriera. La primera persona fue una señora. Mann se sorprendió cuando comenzó a contarle que ese mismo día era el primer aniversario de la muerte de su única hija, que había muerto en un accidente de coche. Aquella mujer se sentía sola y lo único que necesitaba era un abrazo.

Mann cuenta cómo la mujer se fue con una sonrisa en la cara. “Ver a alguien que al principio aparece con el ceño fruncido y luego se marcha con una sonrisa… Sólo por eso merece la pena”.